100 Aniversario de la muerte de Satie

Hoy se cumplen 100 años de la muerte de Erik Satie, uno de los músicos más excéntricos, misteriosos y adelantados de su tiempo.

Nació en 1866 en Honfleur, Normandía, y desde joven vivió entre París y el puerto normando. A pesar de que entró muy joven al Conservatorio de París, sus profesores lo consideraron “sin talento”. No sabían que estaban frente a un revolucionario silencioso.
En Montmartre conoció al mundo del cabaret y a artistas como Debussy, Ravel o la pintora Suzanne Valadon (con quien tuvo su única relación amorosa conocida). Entre humo, poesía y música nocturna, nacieron piezas únicas como las Gymnopédies y Gnossiennes, que más tarde inspirarían movimientos como el minimalismo y el impresionismo musical.
En 1891 se unió a una orden mística (sí, como lo oyes), fundó su propia iglesia con él como único miembro, escribió música religiosa, valses de salón, marchas cómicas y hasta piezas “con forma de pera”. En 1905, a los 39 años, decidió volver a estudiar música, como si empezara desde cero, en la Schola Cantorum de París. Un movimiento que desconcertó a todos.

Entre la espiritualidad, el sarcasmo y la crítica social, su música nunca fue de multitudes… pero siempre fue de culto. Irónica, breve, diferente. En sus últimos años rechazó parte de su pasado musical, pero ya había sembrado una semilla que germinaría en el arte moderno, el teatro del absurdo y la música del siglo XX.
Murió en París el 1 de julio de 1925. Hoy lo recordamos como uno de los artistas más originales, inclasificables y necesarios de su tiempo.
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