Centenario de György Ligeti
György Ligeti nació en Hungría el 28 de mayo de 1923, uno de los grandes compositores del siglo XX
Para entender a György Ligeti, haría falta tener claro previamente el concepto de sinestesia. Hablamos de sinestesia cuando tenemos una imagen o sensación en nuestra cabeza que es despertada por otro sentido diferente. Por ejemplo, ver el color blanco y evocarte una sensación de absoluta tranquilidad. Dotamos de subjetividad y expresión a algo que no lo tiene. Y esta sensación es la que va a caracterizar a los compositores contemporáneos en su mayoría y, entre ellos, al compositor húngaro protagonista de esta nueva entrada.
Ligeti componía basándose en conceptos, buscando representar en su música lo que le evocaban elementos como las nubes, los cristales, las máscaras, las catástrofes o el universo. Estas son ideas complejas de plasmar en las cinco líneas de un pentagrama, pero Ligeti tenía la sensibilidad necesaria y no sabía componer de otra forma. Por ejemplo, al representar las nubes, podía crear una textura sonora etérea y en constante cambio utilizando acordes suspendidos y armonías en evolución, simbolizando así la forma y la transformación constante de las nubes en el cielo. Además, empleaba glissandos y cluster para capturar la suavidad y fluidez de las nubes.
Cuando se enfrentaba al desafío de representar las máscaras, utilizaba contrastes rítmicos y cambios bruscos en la dinámica para reflejar esa sensación de misterio y dualidad. En el caso del universo, recurría a técnicas polifónicas más complejas y cambios tonales con el objetivo de crear un ambiente de expansión y exploración infinita. Podríamos hablar de una evolución del leitmotiv que ya se veía en el Romanticismo, llevado ahora a cualquier tipo de concepto que tuviera en mente el compositor. Ideas que despertaban motivos musicales o técnicas musicales concretas.
Es posible que hayas escuchado parte del repertorio de Ligeti en obras cinematográficas como «2001: Una odisea del espacio». Si no lo has hecho, te invitamos a disfrutar de la experiencia de los ambientes sonoros que crea en piezas como «Lux aeterna» y «Atmosphères», para luego adentrarte en otras composiciones menos ambientales pero igualmente fascinantes, como su «Poema sinfónico para 100 metrónomos». Es maravilloso contar con la variedad de procesos experimentales que los compositores realizan en esta época musical. Ya no se limitan a tocar los instrumentos de forma convencional, sino que también crean nuevos sonidos con ellos o sus accesorios.